El
debate sobre todo lo que concierne a la Amnistía “al Procés” está llegando a
niveles delirantes, incluso para quienes están en la posición favorable a
esta por considerarla un mal menor necesario, pero no entienden que un
gobernante camine en sentido contrario a su posición anterior incluso a su
programa electoral -con el que ha alcanzado el gobierno hace solo unos meses- y
contra la propia ideología que se otorga y que se le supone a su partido.
Es
obvio que el presidente del gobierno tiene un ámbito de decisión al margen
de todo compromiso previo que da la emergencia o el improvisto, pero este se
justifica en el Interés General, no en las necesidades particulares del
gobernante para alcanzar o mantener el poder.
A
partir de aquí el debate se contamina como no puede ser de otra manera cuando
estaba viciado de inicio por una culpa original: una amnistía, como un indulto,
igual que cualquier otro tipo de “perdón” judicial no puede estar pilotado y
dirigido, menos aun redactado “a la carta” por el sujeto del mismo; como
tampoco un juez, en este caso García Castellón, puede embarcarse en una
pugna política contra el Ejecutivo y el Legislativo modificando sus autos “en
vivo” para torpedear el desarrollo de una ley.
En
este delirio no podía faltar el ruido mediático, los partidarios del
gobierno de Pedro Sánchez defienden posiciones inauditas incluso cuando llegan
al paroxismo como es la entrega del poder político incluso en materias tan sensibles
como la política migratoria a un partido nacionalista con claros tintes
identitarios a veces xenófobos. ¡Y el terrorismo! Se llevan las manos a la
cabeza por el retorcimiento del concepto de “terrorismo” que hace García Castellón
pero aceptan que para legislar en favor de Carles Puigdemont se haga diferencia
entre un terrorismo que afecta a los Derechos Humanos ¡y otro que no!
Y
una Oposición absolutamente enloquecida que llega a poner en duda el propio
sistema democrático incluso negando legitimidad a las instituciones clave
de él. Para colmo aderezan sus protestas con uno de sus partidos recurriendo a
la violencia incluida en el acoso de personas y sedes políticas del partido del
gobierno o llamando abiertamente al ataque de ellas.
Y
llegados a este punto, ¿dónde vamos? ¿Seguiremos asistiendo a una locura de
cesiones a Puigdemont -podemos llamarlo así porque Junts no es más que una sucursal
de su poder- sin más límite que su chantaje?, ¿la Oposición de PP-Vox que toma
las calles puede mantener un pulso contra la legitimad del propio Sistema
llamando permanentemente a su “superación” incluso a la negación del Congreso
en favor del Senado o del Tribunal Supremo -que controlan- sobre el
Constitucional?
¿Cuál
es el papel que le toca a una ciudadanía que no incluye la Amnistía entre sus
preocupaciones principales ante lo que amenaza con colapsar la gestión de
problemas que sí entran en sus prioridades y urgencias?
Y
lo más importante: ¿Hasta dónde llegamos en forzar la lógica democrática para
contentar al fugado y chantajista Puigdemont o en la degradación de la propia
Democracia negando elementos que deberían ser indiscutibles como la Soberanía o
la Separación de Poderes?
Tras
trece años de publicación en El Polemista encontrarán numerosos artículos y
reseñas que van desde el inicio del Procés hasta hoy, en algunos casos con participación
de sus propios autores: http://elpolemista.blogspot.com/2023/12/indice-completo-de-el-polemista.html
Foto
de El Español: visita de Pedro Sánchez en octubre de 2019 a los agentes víctima
de los disturbios en Barcelona protagonizados por los CDR
(Comités de Defensa de la Repùblica) y Tsunami Democràtic.
Y El Roto en El País.
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