Diferentes tendencias apuntaban en esa dirección, las opciones electorales ascendentes en una Izquierda transversal en el voto progresista capaz de recoger pulsiones tan diferentes como el nacionalismo periférico, el regionalismo, la preocupación medioambiental, la socialdemocracia y la izquierda a esta, los derechos LGTB, el feminismo es todas sus formas… que antes eran un espacio propio del Partido Socialista ahora se particularizan por territorios y de momento se concreta en CCAA como Galicia (BNG) y País Vasco (EH Bildu), en menor medida en territorios como la Comunidad Valenciana (Compromís), y promete hacerlo en otros. Y el fenómeno es interesante porque aprovecha que pulsiones que se van diluyendo por separado como las antes citadas encuentran un lugar común, haciendo que no sean del todo definibles y a que menudo con mal entendidas; el caso más claro es el de EH Bildu, habitualmente comparada con algunas de sus marcas como puede ser la herencia de Batasuna (sirva el término para sus diferentes denominaciones, creo que se entiende) pero justamente lo que ha hecho es acabar con ellas y esa es la clave de su éxito. La prueba de este es que no crecen en medida de un candidato o un programa, lo hacen por medio de visualizarse como un refugio en un momento de confusión.
¿Y
cual es el papel de Pedro Sánchez en todo ello? Pues justamente está en
haber realizado un ejercicio de contorsión como elemento de identidad, haber
reunido en torno a él una capacidad infinita de mutar en cualquier forma de idea
política frente a la Derecha que le permite presentarse como defensor de cualquier
cosa frente a ella, de hecho esa es la clave de su éxito; ¿Y quien paga un
precio por ello? Directamente el PSOE que deja de tener sentido por
verse superado como partido al ser simple apoyo de un personalismo extremo
sin programa ni ideario concreto. Hoy, el “pedrosanchismo” es mutante hasta
tal extremo que difícilmente puede haber una organización política que lo
abarque. Y Pedro Sánchez no solo no lo lamenta sino que su interpretación
puramente pragmática respecto al poder le hace considerarlo interesante para
sus intereses, obviamente sin plantearse ni por un momento qué hay después
de él.
Todo
esto sucede en un momento tormentoso pero que no es igual en toda España;
en territorios donde había desaparecido la división democrática
Derecha-Izquierda como en el caso de la Cataluña del Procés no ha podido
aparecer ninguna organización progresista capaz de generar ese fenómeno;
los intentos de ERC de ocuparlo ahora son baldíos y el PSC mantiene esa
posición garantizándose un óptimo resultado en las próximas elecciones
catalanas muy probablemente en este 2024. Por motivos muy diferentes y más
vinculados probablemente a necesidades presupuestarias en Andalucía, Castilla
la Mancha o Extremadura no ha sido posible este fenómeno, en otros podría ser
pronto para saberlo o estaría por llegar, pero el legado de Izquierda Unida,
ahora Sumar, no ha sabido hacer ese viaje. Y repito, tómese en cuenta que
tanto en el caso de Bildu como en el del BNG el candidato no es en absoluto
determinante, en el gallego se debe más en la persistencia y en el vasco es indiferente,
presentan a un completo desconocido para el electorado.
¿Y
Podemos? Tras su llegada como una novedad que presumía de “no tener
programa, incluso de no ser ni de derechas ni de izquierdas” buscando ese
espacio común de inmediato de evidenció como un hiperliderazgo extremo en
Pablo Iglesias y un programa en algunos puntos delirantes que no tardó en
evidenciarse como incapaz de toda transversalidad; estaba anunciado un
final grotesco como el que sufre sin otra opción que llegar a las Elecciones
Europeas para intentar dotarle a Irene Montero de un puesto, no superará ese
espacio electoral.
Las
próximas elecciones las tendremos más que probablemente en abril, serán las vascas;
el PNV va a ver como su posición en el espacio nacionalista ha perdido su
lógica y su dificultad para ocupar otra (interesantísimo el barómetro vasco
y la caída del nacionalismo en la identidad de la ciudadanía); mientras
mantenga la de única fuerza materializable en poder por la Derecha (el
PP de momento no es amenaza) y cuente con el apoyo socialista, ya reducido al
papel de garante, mantendrá el gobierno vasco. Y aquí volvemos a
encontrarnos con la visión de Pedro Sánchez respecto al Partido Socialista:
si sirve para ocupar espacios de poder que puedan en un momento dado apoyar el
suyo bien vale su “desmantelamiento” como partido al ya no defender un programa
sino una posición. En Galicia hubiera visto con agrado el desastroso resultado
electoral si ello sirviera para formar parte del gobierno gallego y así
establecer una alianza con el BNG rentable en Madrid.
El
presidente del gobierno desde La Moncloa tiene claro que gestiona el poder
entendiendo al PSOE como un mero elemento para ello. No habrá rebelión de este,
ha aceptado este papel y si bien su tradición e historia difícilmente lo
pone en peligro si podría producirse una alarmante disolución de este en una
percepción de ser una parte de un coctel de partidos y organizaciones de
Izquierda adaptable a cada lugar y cada momento. No solo sería un desastre
para ellos, lo sería también para un país que lo necesita como propuesta
estable y concreta, y para una Izquierda que si quiere mantenerse como opción
de gobierno debe apostar por algo más que un modelo Presidencialista (muy
diferente al Representativo) y un programa mutable donde cabe cualquier cosa.
En
el ÍNDICE DE EL POLEMISTA encontrarán numerosos artículos y reseñas al
respecto (incluido "Tierra Firme" de Pedro Sánchez entre otros): http://elpolemista.blogspot.com/2023/12/indice-completo-de-el-polemista.html
Foto: Saturno devorando a su hijo de Francisco de
Goya. Pinturas
Negras (1820-1823).
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