Vivimos un momento de claro cambio histórico, el populismo se abre
paso y la velocidad de los cambios desborda toda previsión; estas líneas se
escriben a pocos días de la formación de gobiernos de corte conservador con
ramalazos autoritarios o nostálgicos de ellos en países hasta ahora
imprevisibles de ello como Suecia o Italia, ya están implantados en Polonia o
Hungría por seguir con Occidente, han pasado y son amenaza por EEUU o Brasil…
El populismo como fenómeno político ya ha sido tratado en otras
ocasiones en El Polemista, lo podemos definir someramente como movimientos sin
organización estable, de consignas vagas y emocionales que sustituyen a
propuestas políticas bien articuladas, crean vínculos y lazos sentimentales con
ellos que se suelen reflejar en liderazgos carismáticos, parten del
antielitismo, el antitecnicismo y contrarios a toda forma intelectual de
interpretación del mundo estando más cerca de mesianismo y paternalismo que de
cualquier visión democrática de la acción política. Ejemplos históricos son
múltiples, desde dictaduras sociales como la de Perón o nacionalismos basados
en el pueblo llano como Gandhi o Nasser, los ha habido a Izquierda y a Derecha
aunque hoy claramente predominan los conservadores pero de América Latina
podemos extraer ejemplos de la Izquierda, en España lo hemos visto en ambos
casos en Podemos de un lado o en Vox del otro, quizá los dos condenados a
evaporarse en el momento en el que se materializan en poder real, pero
desgraciadamente en otras latitudes no ha sido así.
Gideon Rachman en este La era de los líderes
autoritarios (Ed. Crítica) hace una lectura más amplia que pueda hacer un
politólogo como El Polemista, la suya es periodística y abarca más el elemento
descriptivo, tiene en ello la ventaja de haber entrevistado a la mayor parte de
ellos y supone un verdadero análisis global del fenómeno de enorme interés. Advierte
sobre la novedad: “Los líderes fuertes de hoy en día se mueven en un entorno
global muy distinto del de los dictadores de los años treinta. Las guerras
entre grandes potencias ya no son habituales. La globalización ha transformado
la economía mundial. La propagación del derecho internacional ha generado
nuevas expectativas sobre el comportamiento de los líderes internacionales.
Pero las tecnologías del siglo XXI también están brindando a los líderes
fuertes nuevas maneras de comunicarse directamente con las masas…” Y es que en
este avance internacional se hace más difícil trazar la línea diferenciadora
entre el mundo democrático y el autoritario. Por ejemplo, la libertad de prensa
es una de sus víctimas.
Vladimir Putin es el arquetipo, ya desde su inicio en el
año 2000 mostraba claramente formas autoritarias que han ido, como estamos
sufriendo, al paroxismo. Rachman analiza a los personajes además de sus
trayectorias, Putin llega a donde está entre otras cosas por hacer gala en su
juventud de energía y disciplina. Desde su primer puesto, la gestión de las
propiedades presidenciales, su ascenso ha sido meteórico. Su resentimiento
contra EEUU y su furia gélida contra Occidente es parte de ello y de su acción
como dirigente, me permito añadir que desgraciadamente no lo entendimos así los
occidentales. Curiosamente fue Ángela Merkel -quien cometería el error de
hacerse energéticamente dependiente de él- quien lo definía como alguien del
siglo XXI que resuelve los problemas como si fueran del siglo XIX. No obstante,
Putin en sus errores ha ido acercándose peligrosamente a un posible futuro
enemigo: “… otro hombre fuerte regional que también pretende restaurar la
gloria del pasado imperial de Turquía: Recep Tayyip Erdogan”, un personaje que
desde 2003 donde se presentaba como reformador liberal siendo hoy un fuerte
líder autoritario. Y es que con Putin comparte el trato a los medios de
comunicación y los tribunales entre otras cosas. Pero advierte el autor,
“aunque Turquía es un miembro destacado del grupo G20, formado por las
principales economías, no es y nunca será una superpotencia. Para que la
política de los hombres fuertes cambiara el mundo, la tendencia tenía que ir
más allá de Moscú y Estambul e instalarse en una de las grandes potencias
incipientes. Y eso es lo que ocurrió en Pekín en 2012”.
Xi Jinping vive estos días el congreso del PCCh que
debería dotarle de mayor poder a un dirigente chino desde Mao, desde 2012 no ha
cesado de tomarlo y de vivir en el más absoluto culto a su personalidad. Si
bien como explica Rachman en este “La era de los dictadores” su mandato
ha servido en China como un espectacular aumento de influencia internacional,
también ha arriesgado (añado yo) demasiado en una política de préstamos
descontrolados en incontables millones de dólares en todo el mundo, incluida
Rusia. Discrepo del autor parcialmente respecto al recorrido que le toca vivir
a China en tiempo inmediato: una vez su crecimiento podría verse estancado y
como sostiene el economista Michael Pettis perdida toda esperanza de tomar la
delantera a EEUU, sus retos son múltiples, quizá hacia posiciones más
autoritarias si cabe, de hecho, Pettis observa que los países en crecimiento
cuando este se ve frenado tienden a ello. Y Xi hoy se encuentra con un
escenario diferente en el cual el crecimiento de la Globalización cede, su
aliado ruso es un paria, la visita de Nancy Pelossi a Taiwán ha dejado claro el
“poco” temor de los norteamericanos a los chinos, y ahí sí, como dice Rachman
otro peor: “(…) China y la India, las dos superpotencias emergentes del siglo
XXI, se encaminan a un conflicto (…) un choque entre un Estado autoritario
gigantesco y la mayor democracia del mundo. Y así era. Sin embargo, la
situación era más complicada, ya que, desde un punto de partida muy distinto,
la India democrática también ha avanzado hacia el modelo de hombre fuerte”.
Respeto a las libertades, de momento India está muy lejos de China:
“Los acontecimientos más recientes en el uso de Internet en China son aún más
siniestros en lo que a política se refiere. Ahora que la Red y los teléfonos
móviles son esenciales para la vida en una sociedad moderna, las autoridades
chinas pueden controlar las actividades de sus ciudadanos de maneras
verdaderamente orwellianas (…)”
Modi ocupa el poder desde 2014. Su crecimiento también ha
sido espectacular y está en condiciones de disputar puesto a China, de hecho,
demográficamente lleva ese camino. E internacionalmente, el líder indio tiene
la ventaja de aparecer como aliado imprescindible frente a Pekín como lo es para
el Reino Unido en su necesidad de globalidad o la Unión Europea como posible
aliado en un momento dado frente a la emigración musulmana.
Y es que en 2015 viviremos el auge de la Europa iliberal
en la que todavía estamos, no hay más que ver lo que hemos visto hace semanas
en Italia o Suecia o en otro sentido, pero también muy gráfico la quiebra política
de Reino Unido o Francia, casos diferentes pero que ahondan en un profundo
descontento. No es la única explicación, pero si sacan partido de ello hombres
fuertes en el seno de la UE que comenzando como un “moderado” personajes como Viktor
Orbán, el primer ministro húngaro, muta cada vez en más autoritario, héroe de
la derecha populista occidental principalmente por supuestamente frenar la
llegada de refugiados y migrantes de Oriente Próximo. También entonces, Ley y
Justicia encabezado por Jaroslaw Kaczynski ganaba las elecciones presidenciales
y parlamentarias en Polonia. La crisis migratoria en Europa también fue el telón
de fondo para el referéndum británico del Brexit en junio de 2016. “La campaña
Leave, liderada por Boris Johnson, aprovechó el miedo a la inmigración
musulmana, asegurando falsamente que Turquía estaba a punto de entrar en la UE
e inundaría el Reino Unido de nuevos emigrantes. «Recupera el control», el
eslogan elegido por Vote Leave, fue una excelente manera de ganar votos que
catapultó la campaña hacia una sorprendente victoria.” A esta hora Liz Truss
vive su efímero paso por Downing Street en un país en el que es imposible prever
su futuro inmediato.
Y llegamos en 2016 a Donald Trump, una pesadilla para el
mundo libre que aun podría no haber terminado y que tiene repercusiones
globales. Gideon Racchman lo sintetiza muy bien:
“La crisis que ha provocado Trump en la democracia más
importante del mundo supone un enorme empujón para China, Rusia y los líderes
fuertes. Al fin y al cabo, ¿cómo puede liderar EEUU una ofensiva contra el
autoritarismo de los hombres fuertes cuando su democracia está tan gravemente herida?
Teniendo en cuenta el poder militar, político y cultural de Estados Unidos, lo
que sucede allí marca el tono de la política global en todo el mundo. EEUU no
fue en modo alguno el primer país en ceder a los encantos de la política del
hombre fuerte. Como hemos visto, Rusia, Turquía, China, la India y algunas
regiones de Europa lo hicieron antes. Pero la elección de un hombre fuerte
estadounidense en 2016 representó un incentivo para el autoritarismo populista
en todo el planeta. Desde Brasilia hasta Riad y Manila, los aspirantes a Trump
se animaron y aprendieron lecciones.”
Se trata en este La era de los líderes autoritarios
la batalla por las ideas donde Steve Bannon, uno de los ideólogos y estratega de
Trump, como “una urraca intelectual que recoge y utiliza ideas beneficiosas para
sus fines personales y políticos”. No quiero dejar de tratar el fenómeno de la Alt-Right
como heredero “sucio” del Tea Party, Donald Trump sin ser parte de ello si ha encontrado
en ello apoyo mutuo y es importante para comprenderlo, está vinculado con
Bannon y este es el ideario del asalto al Capitolio en 2021 y la negación del
resultado electoral. En unas semanas tenemos elecciones en Brasil y Bolsonaro probablemente
imite esta reacción. La democracia norteamericana lo ha sobrevivido. ¿Podrá
hacerlo la brasileña? Esta parte la es de El Polemista, la hago al margen del
libro que tratamos.
En 1997 Jim Goad en su Manifiesto Redneck, todo un
ejemplo de la indigestión de lo que él – y este supremacista blanco se suma a
ellos- llama White-trash, redneck y hillbilly, un caso claro de lo que sustituiría
de lo más llano al más clasista Tea Party advertía: “La religión siempre ha
sido una fregona de esponja para absorber las tensiones de clase. Es una válvula
de escape. Sin ella los asuntos de clase se revelarían de un modo más abrupto.
Quienes menosprecian a los rednecks estúpidos de cara de cerdo y sus primitivas
religiones de hombres de las cavernas deberían ALEGRARSE de que la basura haya
sido aplacada con falsos credos y promesas. Porque si estos creyentes acérrimos
centrasen alguna vez la mirada sobre la tierra, podrían darse cuenta de lo
mucho que les han engañado y pasaría de la religión reaccionaria a la política
radical.” (Increíblemente este ensayo era años después ensalzado por Pablo Iglesias
en España) ¿Es aplicable pasado el tiempo a lo que ha sucedido? ¿Podemos,
salvando las distancias, extraerlo a Brasil? No me resisto a brevemente
entender lo que es la Alt-Right que sigue presente incluso para quienes se
preguntan si es posible una guerra civil en EEUU y que yo respondo: no lo es,
pero sí pueden darse episodios violentos por grupos organizados y facciones
organizadas en torno a identidades.
Son definibles por su definición y antagonismo de su
enemigo, una concepción del patriotismo excluyente, lenguaje incorrecto y
directo que incluye la provocación y la ridiculización del “otro” hasta el
punto de polarizar negándolo, organización en comunidades incontrolables por el
Estado y sus instituciones, gran presencia en redes sociales, su comunicación
es online en contenido divertido, de vanguardia y original donde
predomina el ataque a personajes por los que sufren verdadera obsesión como
George Soros o Bill Gates como máxima expresión de esa élite a la que odian e identifican
como el sumun del mal culpable de sus desgracias. Predomina el nacionalismo
étnico y las guerras culturales sobre la migración, los modelos de sexualidad y
familia incluido el papel de la mujer en la sociedad, la revisión histórica
respecto a la esclavitud y los negros, negacionismos varios, fundamentalmente
del cambio climático… como ven comparables a muchos grupos de la Extrema
Derecha europea más dura.
Siguiendo con Rachman objeto de esta reseña, llegamos a Rodrigo
Duterte y la erosión de la democracia en el sueste asiático en los mismos años
para satisfacción del Donald Trump que en 2017 celebraba y se congraciaba con
los líderes autoritarios del mundo, incluido un delirio como Kim Jong a quien
definía como “abierto y estupendo”, a Xi Jinping como “hombre fuerte” o a
Duterte fascinado por su política de ejecución sumaria y masiva de
delincuentes, especialmente los relacionados con el narcotráfico. Para ello
obviamente se incluía la anulación del poder judicial y en materia
internacional se priorizaba a Putin, a Xi, a Trump y a Mohamed bin Salman (MSB,
como quiere ser conocido) que aquí aparece de la mano comparativa con Netanyahu,
ambos en 2017. El saudí es un caso curioso, rompía con la tradición de
liderazgo monárquico colectivo basado en la longevidad, consenso y división de
carteras entre príncipes priorizando la identificación entre líder y nación. Para ello
ha realizado una despiadada campaña de centralización del poder, del culto a la
personalidad sin que el asesinato sea un inconveniente (ejemplo el periodista disidente
Jamal Jashogyi). Con Netanyahu comparte al enemigo común Irán, personaje
aferrado a las elecciones, lleva tres y podría estar cerca de la cuarta, en
plena amenaza de juicios por corrupción y fraude.
“(…)¿realmente es posible comparar a líderes elegidos democráticamente como
Trump o Modi con autócratas no electos como Xi o MBS? Debemos abordar esas
comparaciones con cautela y un sentido de la proporción, pero creo que son
válidas y, de hecho, vitales. Los líderes fuertes comentados en este libro
forman parte de un continuo. En un extremo hay autócratas indiscutidos como los
líderes de China y Arabia Saudí. Luego hay figuras en medio como Putin y
Erdogan, que están sometidas a ciertas restricciones democráticas, como las
elecciones y una libertad de prensa limitada, pero también son capaces de
encarcelar a oponentes y gobernar durante décadas. Luego están los políticos
que viven en democracia, pero muestran desprecio por las normas democráticas y
parecen decididos a erosionarlas. Trump, Orbán, Modi y Bolsonaro pertenecen a
esa categoría”
El brasileño aparece con Andrés Manuel López obrador
(AMLO) en 2018, dos ejemplos de populismo a Derecha e Izquierda aparentemente
muy diferentes, pero con rasgos comunes. El primero un liderazgo de armas,
biblia y autoritarismo, el segundo mucho más centrado en la idea de la “voz del
pueblo”. En ambos casos en claro intento de neutralización del sistema judicial
y reparto de contratos más que dudosos, y en los dos su gestión de la pandemia
fue similar “no es más que un catarro”. Y repito una reflexión anterior; ¿la
imitación de Bolsonaro de las estrategias de Donald Trump va a resultar
explosiva tras la segunda vuelta electoral en Brasil? Pero el problema en
Latinoamérica de crecimiento del populismo aumenta.
Diferente pero también tendente a los peligros y
tentaciones de gobiernos de hombre fuerte está África, aquí se cita el caso de
Abiy Ahmed en Etiopía, pero, añado yo, la disputa entre Rusia y China por ocupar
el espacio de las ex colonias francesas promete acontecimientos, la disputa por
el Sahel y sus minerales es importante en un contexto de pobreza, hambrunas
aseguradas con la crisis del cereal ucranio, cambio, climático, huida de jóvenes
en grandes movimientos migratorios… todo ello como fuerza para el nacionalismo
populista.
Rachman pone como ejemplo de la batalla europea contra
los hombres fuertes en 2020, hoy esto después de la salida bélica de Putin deja
grandes dudas en el caso de Merkel, también habría que ver con más perspectiva
si la negativa de Macron al MidCat que fomenta la dependencia de Europa de los
hombres fuertes de la energía ayuda, pero a la velocidad que transcurren los
acontecimientos podríamos estar al borde de dar al francés como amortizado. Esta
es quizá la única paga inevitable de este La era de los líderes autoritarios,
escrito en 2021 han pasado muchas cosas, pero la virtud también está en que no
pretende ser una guía de dictadores y es un trabajo periodístico de gran
magnitud.
Sintetiza el autor:
Hay cuatro características comunes en estos personajes: el
culto a la personalidad; el desprecio por el Estado de derecho; la afirmación
de que representan al pueblo real contra las élites y una política basada por
el miedo y el nacionalismo. Pretender ser indispensables y salvadores de la
nación. “Solo yo puedo arreglarlo», decía Trump a los estadounidenses.
Libro más que recomendable en este tiempo, la edición de
Crítica como siempre impecable y la facilidad y ordenamiento del texto lo hace
apto para todos los públicos.
Pueden encontrar numerosas reseñas sobre tema relacionados
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